No sé qué oigo más, si música electrónica o post-rock, ambient, kraut, minimal, modern classical, home listening y demás babosadas que no necesariamente son beat oriented o tienen sintetizadores prominentes, claro, a muchas de ellas llego por la ruta de lo electrónico como, también es cierto, muchas no están tan lejanas de lo que dj y productores hacen.
Tape es una de esas bandas que sí, ok, tienen por ahí un sintetizador, pero no son nada electrónicos… Aunque, tampoco son rock, por lo que yo cuando los oigo pienso que son música, así a secas, por simple que parezca. No me acuerdo bien cómo llegué a su disco Revelationes (que viene siendo el cuarto o quinto,) pero estoy casi seguro que fue por The Quietus, Consequence of Sound o algún blog más rocker en su conteo de lo mejor de fin de año. Curiosamente, ya venía casi de regreso de viaje cuando leí en una lista de lo mejor del 2014, que colaban por ahí el nuevo material de Tape.
Bah, lo compré y me lo eché una vez en la sala de espera, no me encantó y pensé que no iba a regresar a él, pero siempre hago el esfuerzo de darle dos o tres vueltas a cualquier disco antes de desecharlo (figurativamente, eh, casi no borro/tiro nada.) En una segunda vuelta me encantó, para la tercera ya era fan y me he estado cachando de regreso a él muy a menudo. Como todo lo de Tape (me eché ya un clavado en lo anterior de la banda,) es música instrumental con un sinte o dos en el fondo, es melódico y tiene un dejo de melancolía que se agradece mucho, insisto, no es rock, no es ambient, ni siquiera es post-rock, sólo es música muy bonita, pero algo “dañada” (por falta de mejor término) que sirve perfecto para una tarde de domingo y que vale mucho la pena porque son atemporales y, eso sí, siempre seguirán siendo composiciones súper musicales de una profunda belleza.